sábado, 23 de agosto de 2008

Un viaje de 25.000 kilómetros (I)

Describir Nicaragua en unas pocas líneas es imposible. Con qué me quedo, con su gente, sus paisajes, sus lagos y volcanes, su contexto social, económico, cultural, laboral, etc. No puede haber una visión parcial, e incluso que el matiz emocional no se incluya. Estuve en charlas en Nicaragua que acabábamos con los ojos húmedos. A veces nos sentíamos orgullosos de ser extremeños y otras nos avergonzaba vivir en un país rico. Era extraño cuando comentábamos que Extremadura es la región más pobre (menos rica) de España y lo comparaban con Nicaragua, y por desgracia no tiene nada que ver. Nos daba rabia que por una cantidad ridícula para nosotros, jóvenes preparados y brillantes no pudieran ir a la universidad, o que niños tuvieran que vender por las calles para ayudar en casa. Y ahí estaba la gran paradoja de todo nuestro viaje: no podíamos caer en el paternalismo, pero eso es muy difícil. Sentiamos muy cercanas las dificultades de los campesinos, de las madres solteras que luchan por sacar adelante a sus hijos, etc. Pero basta de conmiseración. Nicaragua es otra cosa, es un país rico en recursos naturales, es alegría, con cualquier motivo organizan una fiesta, los nicas (nicaraguenses) son seres transparentes, francos, honestos, que se acercaban con una sonrisa, que no tenían mala intención ni son desconfiados, al contrario de lo que somos nosotros. Quien menos tiene menos teme. Existía un complejo de inferioridad, que desaparecía cuando les ofrecíamos confianza y una charla amigable. Me sorprendía que con alguien desconocido a los cinco minutos ya tenía una conversación profunda y amena, y eso sucedía con cualquiera. En España es difícil que eso suceda, casi siempre las conversaciones son vanas. Tienen una visión lúcida de su realidad, saben lo que quieren y cuando hablan lo hacen con propiedad. Quién aquí puede hablar de política si no es desde el partidismo, en un diálogo de besugos del que nadie escucha y simplemente cada cual cuenta su historia sin importar lo que dija el otro. En Nicaragua tuve verdaderas conversaciones, construídas entre ambos, enriqueciendolas con argumentos de los dos, desde el respeto y la comprensión mutua. Allí he vivido la verdadera democracia y no la de aquí creemos tener, donde todos construyen los argumentos sin censuras y sin caer en la imposición. El sentido comunitario y justo era fiel reflejo del pluralismo que vive Nicaragua, todo se construye entre todos, todos opinan y todos están orgullosos de lo conseguido.

Estuvimos en mítines de candidatos del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) para elegir el que repesentará al partido en las elecciones locales de noviembre. Estas primarias no las conozco en España para los candidatos a las alcaldías. Conocimos cómo las cooperativas se gestionan y resulta que también son democráticas. Aquí lo son, pero no con el mismo grado de compromiso. En Nicaragua la asamblea de socios decide lo que debe aportar al año cada socio al patrimonio común. Y si no cumplen son expulsados. Llevan a las últimas consecuencias esa igualdad. Como comentaba todos hablan de política, siendo un tema que les apasiona. Y tienen criterio sus razonamientos, una base sólida que me parecía increíble. Yo puedo estar informado de lo que ocurre en el mundo por periódicos, televisión, radio, revistas o libros, pero que ellos, cuando su poder adquisitivo es menor, los medios de comunicación no llegan a todos y a veces les es dicífil acceder a la información que ofrece internet, tuvieran tan buen criterio, mirada crítica y argumentos tan bien definidos, no podía ser de otra forma que a través de lo que nos falta en nuestra sociedad, a través de la conversación. Ellos son conversadores natos y si no estaba algo ducho en el tema, me hacían sonrojar aportándome razones y argumentos que no conocía. Aquí la base política está en la demagogia, en razonamientos que no se detallan, en el seguidismo de la versión oficial y el prietas las filas, que el que se mueva no sale en la foto. Allí tienen un espíritu libre y reivindicativo, será por tantos años de opresión. Tuvieron el valor de echar del país a la familia Somoza que llevaba décadas robando al pueblo y administrando el país como si fuese su finca (llegó a poseer más del 60 % de la riqueza del país esa familia). Qué satisfacción cuando Edén Pastora, un héroe nacional nos contó cómo secuestró la Asamble Nacional, organismo títere del dictador. Es como Tejero en España, pero al revés. No murió nadie, apenas pidieron nada, sólo fue un grito de protesta antes una estirpe de canallas que tenía bajo su yugo todo un país. Fue en 1978 y di a conocer a todo el mundo la iniquidad del régimen dictatorial y las injusticias que infligían. Ver la 21, una cárcel política, y saber cómo torturaban a los presos, no podrá justificar jamás una dictadura, como se hace en España.

Vimos escenas desagradables, como cuando queríamos entrar en Nicaragua y un hombre pasó delante del autobús con un palo en la nuca cargando cuatro bloques de cemento. Se tambaleaba pero continuaba su paso. Y lo que más me dolió fueon quienes sacaron su cámara de fotos y le acribillaron a fogonazos. O cuando conocí a un niño que vendía en la calle y me comentó cuánto tenía que vender para volver a casa y convencí a mis camaradas para comprarle para que se fuera, siendo ya las 11 de la noche. O cuando invité a dos niñas a comer, o cuando... no merezco decir nada más, cuando he recibido más que he aportado en la estancia en Nicaragua.

No me gustaba nada vivir auténticas paradojas en Nicaragua. Éramos Jóvenes Voluntarios con América Latina y siempre comíamos en restaurantes. El albergue nuestro no tenía comedor. Y resulta que sólo los que tienen poder adquisitivo podrían permitirse tal lujo, o sea, un porcentaje muy pequeño de población. Allí había mucha desigualdad de clases, se pasaba de tener dinero a no tenerlo, sin casi clase media, o vivían con lo justo o tenían una situación económica holgada. Y alli nos tenían, con los acomodados, con los ricos. Otro contrasentido fue que a veces fuimos a cadenas de comida rápida, multinacionales estadounidenses. Hubo días que ya era tarde para encontrar otra cosa, pero no tenía lógica que diéramos dinero a transnacionales yanquis, después de haber hecho tanto daño a Nicaragua, cuando Ronald Regan, a través del Congreso de los Estados Unidos, financiara los actos terroristas de la Contra. Y además haciéndolo público, pues pedía los millones de dólares al Congreso de manera expresa. Otra paradoja fue que siendo Jóvenes Voluntarios nuestro viaje no fuera para ayudar directamente, sino para conocer y concienciarnos de la realidad nicaragüense para posibles futuras acciones. A veces, parecía un viaje organizado por un Touroperador, que nos llevaba de un sitio a otro, visitando también zonas turísticas, como playas, volcanes, reservas naturales, etc. Lo bueno fue que siempre nos alojábamos en lugares humildes, aunque nunca llegamos a vivir con habitantes de las comunidades, sino en albuergues para visitantes. Y eso fue lo mejor.

Un viaje de 25.000 kilómetros (II)

Me puse cinco vacunas, contra el cólera, la hepatitis A, las fiebres tifoideas, el paludismo-malaria y la difteria-tétanos. Realmente no eran necesarias tantas, pero las recomendaban. Esto es una forma de “inmunizarte” frente a la enfermedad del cuerpo, pero qué nos podría aislar de los sentimientos, prevenir la indignación, rabia y abatimiento que sentimos algunas veces. Para eso no hay cura posible. También llevé unos 12 o 14 medicamentos, ante la advertencia que allí era difícil conseguirlos. El consejo fue acertado, para la población media es difícil adquirirnos pero no porque no haya farmacias o no los encuentre, sino porque son caros dado su nivel adquisitivo. También, como así hice, los llevé para dejarlos allí. Como venía un médico con nosotros, se los di todos para que los diese a los dispensarios de las comunidades que visitábamos, que realemente tenían muchas carencias, o mejor dicho, no tenían nada. Iban analgésicos, antibióticos, antidiarréicos, repelentes de mosquitos, para irritaciones de garganta, úlceras del estómago, picaduras, náuseas y vómitos, crema solar y hasta para afonías e irritaciones de garganta y más que no recuerdo. Realmente sobraban todos, pues allí había farmacias y medicamentos. Una vez entré en una, se me cayó el alma por el suelo ver cómo vendían una pastilla, una minúscula e insignificante pastilla, cómo cortaban el plástico que las envuelve y haciendo filigranas con la tijera lograba aislar sólo una. Estuve a punto de comprarle todo un envase al chico, que serían para sus padres o abuelos, pero no podía caer en la conmiseración.

Hubo una persona que a pesar de estar dentro de los elegidos no quiso ir, no se sentía preparado psicológicamente, tenía miedo al propio miedo. Y fue todo lo contrario, estanto allí lo que veíamos mal era España, los españoles, sus valores, ideales, esperanzas e ilusiones. En cambio, qué envidia nos daban quienes luchan y no desfallecen, quienes tienen tanto que hacer y quienes pueden cambiar con su esfuerzo la realidad de los demás. Cuando acabó la ponencia Orlando Pineda, casi todos nos evadíamos la mirada para no mostrar nuestros ojos húmedos, y no hizo más que decirnos la verdad, sin anestesia, sin cuarentena que valga, sólo nos describió cómo somos, qué pensamos y cómo actuamos, y qué valores tenemos actualmente. Cuántos de nosotros no sopesamos, aunque fuese sólo un segundo, el ofrecimiento de ir con él para seguir alfabetizando en la costa del mar Caribe, donde se vive en peores condiciones del país. Para eso no hay medicamento que valga, sólo nuestra conciencia era la que nos permitía humillar la cabeza o abstraernos ante la realidad, que no nos gusta.

También me sentí mal cuando vi por internet que me habían ingresado la nómina del mes más el finiquito del trabajo, pues acababa contrato. Resultaban cinco años y medio de salario medio en Nicaragua, pues la mayoría de la población tiene unos ingresos de 2 dólares diarios (60 dólares o 40 euros mensuales, al cambio actual). Y pensaba: ¡qué le vamos a hacer! Yo no debía, no podía, sentirme responsable. Si ganaba tanto es porque vivo en un país que le ha costado mucho salir de la miseria, sobre todo a Extremadura, y tengo una cualificación que me exigían, además de haber quedado entre los primeros en las pruebas de acceso. Pensar que nadie me regalaba nada era un alivio. Aunque esa circunstancia no quise comentársela a nadie. Qué habrían sentido si les digo a un Nica que ganaba en un mes ordinario lo que ganan ellos en cerca de tres años. Habría sido muy arrogante por mi parte, habría provocado su rechazo, como pensando: ahora viene este neocolonizador a restregarnos por la cara toda la plata que tiene. Y qué sentirían si también les hubiese dicho que mi casa a ellos les costaría 175 años de trabajo, sin posibilidad de gastar ni un centavo de dólar de su sueldo. Mejor no seguir calculando nada, que de verdad me está poniendo malo.

Algo para endulzar el sabor de boca: me quedo con el compañerismo de la brigada, 20 camaradas que fuimos a Nicaragua, pero en especial en los 15 participantes, 2 periodistas y 1 invitada por la Junta de Extremadura, los 18 que siempre estábamos juntos, los 18 jóvenes. Los 18 llegamos al final del cañón de Somoto, los 18 subimos al volcán Maderas, los 18 llegamos a tener un sexto sentido que intuía el pensamiento del otro y la compenetración fue tan profunda que ha veces nos volvíamos parientes, padres y madres, de los demás. Que alguien tuviera fiebre, era inmediatamente objeto de interés de los demás. Un momento mágico fue cuando en la Reserva Natural de Miraflor, se decidió que dos compañeras durmieran en una casita que estaba en lo alto de un árbol inmenso. La ilusión que tenían, con lágrimas, por haber cumplido el anhelo de quienen todos los niños no se podría describir con palabras. Si la fantasía está en nuestro interior, no merece la pena aplacarla como se hace actualmente, pues los niños quieren ser lo antes posible adultos y los adultos se comportan como niños. Ser feliz en ese momento, porque veías a alguien realmente feliz, era una alegría inmensa, superior a la que se siente uno mismo cuando le sucede algo bueno para él. Ese era el espíritu del cooperante, delegar en los demás nuestra propia felicidad, porque a través del prójimo te puedes realizar como persona más que si uno mismo desarrolla, supuestamente, su ideario de vida.

Nunca me duché con agua caliente los 33 días que estuve en Nicaragua, sólo en el hotel de Costa Rica, donde estuvimos de paso por no haber vuelo directo a Managua. Y realmente no estaba fría el agua. Allí tienen un clima tropical, siempre hay la misma temperatura, entre 24 a 28 grados centígrados. Allí no hay estaciones. Llaman invierno a los 6 meses que llueve (de mayo a noviembre) y verano a los otros meses secos. Y la difencia es que unos meses refresca más que otros por la humedad de la lluvia, pero la temperatura es parecida. También los días duran siempre igual, 12 horas. Sale el sol aproximadamente a las 6 horas y se pone a las 6 de la tarde. La gente se levanta a las 5, come a las 12 y cena a las 6 de la tarde. El conductor del autobús, Orlando, cuando trabajaba no para nosotros se levantaba a las 4 y a las 8 de la tarde estaba acostado.

Nos despertábamos con la claridad del sol. Al principio era un poco molesto, porque a partir de las 5 de la manaña había ya luz en la habitación, siendo la ventana láminas de cristal como si fueran una persina, que se movían circularmente para cerrarse o abrirse, pegando los bordes de las láminas o quedándolas separadas. Al final comprobamos que es la mejor manera de despertarse, pues lo haces poco a poco. Aquí lo lleva a cabo el desaprensivo despertador, que de impoviso y con nocturnidad y muchísima alevosía nos eleva del dulce sueño. Con la primera claridad del sol nunca dejabas los dulces sueños interrumpidos, sino te daba tiempo de consumirlos para dejarte el regusto al despertarte.

Era curioso ver a “Coyotes”, quienes cambiaban divisas. Estaban en las esquinas de las calles, o recorriendo las callejuelas de los mercados, con un fajo de billetes exagerado, esperando al que quisiera cambiar dólares estadounidenses a Córdobas, la moneda de Nicaragua. Y, es curioso, eran más justos que los bancos. Aquí, en España, me cobraron una comisión para cambiar euros a dólares del 10 %, y allí, para cambiar de dólares a córdobas, sólo se quedaban con un 0’5 %. Es increíble que esto sucediera, no me extraña que tengan tantos beneficios las entidades bancarias.

Un viaje de 25.000 kilómetros (y III)

Otro momento que me gustó mucho fue cuando le regalé un botecito con oro al guía de la naturaleza que nos acompañó varios días. Aldo se llama. Hablaba tan despacio, con pausas entre las palabras, que nos ponía nerviosos, y alguna vez me dieron ganas de agarrarlo por los brazos y gritarle que hablara normal. Pero era un buen chico y sabía mucho, incluso cuando también nos comentaba el nombre en latín de plantas y animales. Al hablarle del águila imperial ibérica y de sus impresionantes alas extendidas, sus ojos mostraban una perplejidad que no se me olvida. El regalo fue, era simbólico, la primera entrega de un coleccionable de minerales. Era oro y venía flotando en líquido, en un botecito transparente de cristal. Eran láminas tan estrechas que casi se transparentaban, pero que le gustó mucho. Le comenté que era para devolver parte del oro que nos habíamos llevado los españoles, aunque de nada sirviera porque no desarrolló el país. Me lo agradeció de todo corazón. Y otra vez senti lo mismo, como un siniestro sarcasmo, cuando daba lo que realmente no me importaba y lo que no me había costado nada. Y me pasó más veces, cuando realmente no me era significativo lo que daba o lo que hacía para los demás. Así nunca se alivió la pesada carga de sentir que realmente no hice nada por ellos. Por lo menos yo lo sentí y lo acepté. O cuando la mujer que limbiaba el centro donde nos alojábamos me lavó la ropa que tenía en un cubo para lavar, en un día que estuvimos fuera. Quise darle algo de dinero y no me lo aceptó. Lo decidí tras haberlo consultado con algunos y pienso ahora que yo no tenía porqué haberlo hecho. Me sentí tan mal en ese momento que me arrepentí de inmediato. La mujer estaba también agradecida que ese mes que estuvimos allí, tenía un buen sueldo y además le quedamos al final una buena propina entre todos. Y esto lleva a otro debate interno. Allí el dinero tiene otra medida. Nos comentaron que cuando contrataron a personal una multinacional en Nicaragua, tras cobrar éstos su primer mes de salario no volvía a aparecer al día siguiente. Habían cobrado de golpe dos años de salario medio del país, y lo que hacían, casi todos, era festejarlo emborrachándose.

En Nicaragua el alcoholismo tuvo una gran trascendencia. Guaro es el ron blanco, de mala calidad, que se bebe preferentemente. Llegó a tan altas cuotas el alcoholismo en los jóvenes, que incluso llegaron a morir más de 50 cuando bebieron alcohol como si fuera guaro.Y aquí quiero explicar otra característica del nicaraguense, su impulsividad. Para ellos no hay medias tintas. Salir de fiesta y tomar alguna copa para ellos es emborracharse seguro, y creen que todos somos como ellos. Al igual que se le despierta muy tempano su sexualidad, para otras cosas, como trabajar, son todo lo contrario. Era increíble ver cómo un camarero, que tenía que repartir el plato de comida (plato único) y la bebida a los 20 que éramos, se nos quedaba mirando ensimismado. Había veces que pensaba que no tenían sangre. Al igual que una pared que estaban levantando albañiles en el acceso al centro, durante el mes que pasábamos varias veces al día, siempre estaba igual, y eso que parecía que estaban trabajando. Cobraban por día y no hacían nada, no tenían la inquietud por terminar e ir a otra obra. Así no se desarrolla un país.

Nos suele pasar también a nosotros que pensamos que todos somos iguales y que tenemos la misma visión de la vida y actuamos igual. En un encuentro con jóvenes de Managua nos explicaron que en Nicaragua, siendo tan precoces, es normal que con 13 o 15 años queden embarazadas las chicas. Los chicos desprecian el uso del preservativo y tachan de prostitutas a las chicas que pretenden usarlo. Así, embarazo seguro. Y también es normal que el varón no se haga cargo de su hijo y ella tenga que tirar para adelante sola. Cuando les decíamos la edad se quedaban perplejos que no tuviésemos hijos, que no tuviéramos esposa o marido, o incluso que no tuviéramos novio o novia. No se lo creían, nos buscaban los anillos entre los dedos. Noviazgos de 6, 8 o 10 años como existen en España antes de casarte, les parecía algo tan raro que no se lo podían creer. Tampoco que la media de hijos sea de uno o dos, o que vivamos tan pocos en cada casa (alli viven como hace décadas aquí, compartiendo techo tres generaciones, 8, 10 o 12 personas). Pero nos une, por desgracia, el paro tras la universidad, que la gente sea conformista, el consumo de drogas, la poca o nula información sexual, que no tengan confianza en la política, el machismo y la injerencia de la iglesia en la política. En Nicaragua está prohibido todo tipo de aborto, incluso el terapéutico (aquel que pone en riesgo la salud de la madre): la iglesia católica, en una campaña, lo consiguió. Y se dan paradojas como, al no retirar el feto muerto, que haya fallecido por motivos naturales, mate a la mujer, o cualquiera que tenga un aborto espontáneo y vaya al hospital es acusada de matar a un ser vivo. Esto eleva la tasa de muertes por abortos caseros, sin las medidas sanitarias ni higuiénicas mínimas precisas. Y algunas utilizan el agua de coco verde para abortar. De España les sonaba el fútbol y el terrorismo. Cómo explicarles que éste tema apenas tiene importancia y que donde vivimos no afecta. Los jóvenes tiran los zapatos, unidos por los cordones, a los cables de la luz ante la alegría de haber comprado otros nuevos. Parecía que era lo único simpatico que nos comentaban, también que el botellón se llama pachangón (el término botellón les parecía de los más extraño y divertido).

En Nicaragua existe el Güegüense, declarado por la Unesco obra maestra del patrimonio oral e inmaterial de la humanidad. Y es un mercader español que es avaro y rijoso. Lleva, quien lo interpreta, una máscara, con la piel clara y los cabellos y mostacho de color dorado. La danza sirve para reirse de nosotros, de los conquistadores. Cuando les hablábamos del Güegüense, se sorprendían que no nos lo tomáramos a mal. Qué menos que aceptar una broma tan insignificante por tantos siglos de opresión.

Ahora quiero hablar de las Maquilas, que están en la zona franca de Managua. Son como polígonos industriales en los que no llegan los derechos de los trabajadores y las condiciones laborales son muy malas. Estuvimos en una cooperativa textil de camisetas que no tiene nada que ver con el resto de empresas, pues las trabajadoras eran socias y estaban muy bien. Los mormones estadounidenses eran sus principales clientes, y les pedían miles de camisetas con un determinado dibujo. Y no se hace nada para que los 90.000 trabajadores tengan unos derechos mínimos, porque se cree que las empresas que allí están instaladas se irán. Es la asunción de una infamia, como cuando los políticos elevan los hombros al confirmar el cambio climático y con ese gesto denotan que no les importa o no creen necesario hacer nada. Mientras no se quejen los afectados, para qué molestarse.

Para acabar el viaje de 25.000 kilómetros (400 a Madrid, 10.000 a San José de Costa Rica, 458 de San José a Ticuantepe (313 en Costa Rica y 145 en Nicaragua), y los 3.204 que recorrimos allí (de los 468 a los 3.672), visitando multitiud de lugares, más los kilómetros que recorrimos a la vuelta), quisiera hablar de algunas curiosidades. Las marcas de coches que vimos en Nicaragua eran casi todas japonesas: Kia, Toyota, Tata, etc. Otra cosa que me llamaba la atención fue que había gente por todos sitios, como si fuera una plaga, gente caminando por la carretera, en las calles, esperando el autobús que los llevará hacinados a la capital, incluso con mucha gente en la baca, en un autobús escolar estadounidense, lleno de adornos y pintado con multitud de colores. El vocinazo y las risas enlatadas de Radio Hit, la emisora que escuchábamos en el autobús. Ir al concierto de Silvio Rodríguez tras 25 años de ausencia en Nicaragua (en el mítico Concierto por la Paz de 1983). Palabras que dicen allí: conducir es manejar; beber: tomar; michelín: llanta; gafas: lentes; coche: carro; fiesta: pachangón; teléfono móvil: celular (el que utilizamos era Movistar y también hubo muchos cabreos, más que nada porque era español la multinacional y ofrecía un servicio abusivo: llamar a España era muchas veces más barato que llamar en Nicaragua, nunca llegé a entender eso). Gestos como rozar un índice con el otro, que significa pagar. Etc., etc. Podría escribir decenas de artículos, pero creo que ya he relatado lo suficiente como para que nos hagáis una idea aproximada de lo que es vivir en Nicaragua.