Ha pasado más de un año desde que estuve en Nicaragua. Y al igual que el terruño tira mucho (sentimos nostalgia cuando estamos lejos), también a los lugares en los que nos hemos enamorado queremos volver. Queremos sentir lo mismo, vivir los mismo, repetir, amplificada, nuestra alegría, tristeza, ilusión y capadidad de sorpresa. Porque Nicaragua es ésto y mucho más. Es una explosión de sentimiento, de alegría, de solidaridad, de entusiasmo y, por desgracia, de impotencia. Viendo el panorama de Nicaragua, cuánto merecen y no tienen, cuánto les cuesta lo que casi nos regalan a nosotros y cuánto desmerecemos lo que tenemos. No somos dignos casi de mirarles a la cara sin sentir remordimientos, resignación y rabia. Qué poco tienen y qué poco necesitan, y nosotros que tanto tenemos (y que creemos necesitar más), cuánto nos sobra. Pero no debe haber tanto sentimiento de culpa, porque si vamos allí es porque queremos cambiar la situación, estamos sensibilizados y queremos cambiar el mundo, ahí es nada.
viernes, 2 de octubre de 2009
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