Me ha dado cuenta que, quién me lo iba a decir, encontraría raíces españolas en Nicaragua. Ayer estuvimos en Granada y sentí que de repente había viajado a cualquier ciudad española de los siglos XVI y XVII, al Siglo de Oro. Las construcciones coloniales han quedado iguales que antaño a pesar de los siglos que han transcurrido. Aleros de madera y amplios patios parcialmente techados (como los romanos, imitanto al anterior) me recuerdan (es extraño no me puede hacer recordar nada que no haya vivido antes) quizá alguna serie española o los dibujos animados de El Quijote. Esto da pie a una reflexión en voz alta. Qué derecho tenemos a reivindicar nuestra cultura ante los que llegan de otros países. Cuál es nuestra cultura que hay que resguardar. El tipo de vivienda de Granada, Nicaragua, es auténticamente español y no el que te encuentras en las calles de España. Qué es entonces lo español más auténtico. No lo sé. En Nicaragua se recuerda al español Francisco Hernandez de Córdoba, quien conquistaría el país en 1524, fundó Granada y daría su nombre a la moneda oficial del país, el Córdoba. Quién lo conoce en España. Nadie. Los españoles impusimos entonces nuestra cruz por encima de sus religiones, a quién les importó la cultura de la región de Nicaragua, a nadie. Y ahora parece que nuestra cultura está en peligro, menuda hipocresía.
El título de esta entrada es el eslogan que utiliza un candidato a la alcaldía de Ticuantepe.
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