Qué puedo contar de la isla de Ometepe. Es algo fascinante. Ya describí el reto de escalar al volcán Maderas el día 24 de enero. Entonces escribí: "Es curioso, casi paradójico, que vaya a ascender una montaña que está dentro de un lago, que a su vez está rodeada por tierra firme, y ésta a su vez tenga cerca dos océanos, el Atlántico y el Pacífico. Incluso, para retorcer más el absurdo, en lo alto del volcán, en su cráter existe una pequeña laguna. Si a su vez ésta tuviese una ínsula o isleta, ya sería el colmo. Esto parece dos espejos enfrentados que multiplican hasta el infinito las imágenes."Y me maravillaba de que ofreciera esa isla tanto atractivo, sin conocerla. Y ahora que la conozco estoy todavía deslumbrado, a pesar de haber pasado dos días desde que salimos de ella. Cómo describir la ascensión a un volcán, la subida por su falda virgen, entre una vegetación espesa, en algunas partes inundada de barro, avanzando algunas veces casi de manera vertical, la llegada a la cima y la bajada al cráter. Llegar al centro del volcán fue una de las experiencias que más me han llenado en Nicaragua. Una vegetación intacta, exuberante, de un verde brillante. La laguna de aguas calmadas, que nos producía a la vez una paz infinita y una desconfianza secreta, por ser demasiado idílico el lugar, cuando es en definitiva el lecho de un volcán. El cieno provocaba animadversión, asco incluso, pero se convirtió un una nueva experiencia, desagradable al principio y amena al final, aunque saliéramos con arena en los bolsillos y embadurnados de barro. La vuelta también fue muy bella. Hubo grandes patinazos, yo casi me como el barro varias veces, quedando una vez casi en el suelo horizontal, manchándome solamente las manos y una pierna. Al final no nos daban miedo los resbalones, tenían su encanto, mientras no separaras demasiado las piernas y no golpeases con algún tronco, raíz o roca. Los rasguños con las piedras limpiaban de barro las pantorrillas, y al final llegamos casi limpios a pesar de lo que nos pesaban las botas por el barro que llevaban tiempo antes. El último tramo de la bajada fue casi corriendo, acostumbrado al suelo escarpado y deslizante, el más fácil nos impulsaba a volar casi, aunque nos temblaran las piernas por el esfuerzo.
El carácter épico se reflejó en nuestro rostro. Los 18 de la brigada subieron, todos. Es un orgullo ser un Extremagua (de Extremadura y Nicaragua), más con estos camaradas tan especiales. Todos llegamos al final del cañón de Somoto, todos subimos al Maderas, todos, y daba igual que tuviéramos que esperar por los más lentos, no nos importaba. Eso es la cooperación, esperar al lento, ayudarle cuando haga falta y sentir la satisfacción que todos estamos en el mismo barco, sin distinciones.
2 comentarios:
Viva Juanra!!! porque hablas poco, pero cuando hablas.... q se queden callados los demás! olé! Aunque una cosa te voy a decir... limpio llegarías tu guapino, que yo tenia barro hasta en las orejas... y eso de caernos poco... te recuerdo que yo llegué lisiada. Me encantó compartir secretos y confidencias, y me encantó que te gustara tanto Ometepe (jajaja, todos sabemos por que) Sigue siendo como eres, no cambies jamás de los jamases. Un besazo Juanra!
QUE PASA YA HAS LLEGADO!!! CLARO COMO NO ME MANDAS E-MAIL... HABER SI HABLAMOS.
ME ALEGRO DE QUE LO HAYA PASADO GENIAL. UN ABRAZO
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